viernes, 17 de diciembre de 2021

ES UN DÍA NUEVO PARA THE NEW YORKER Parte 2

 Brown ha recorrido una línea muy fina entre los cambios que transmiten el espíritu de la revista y los cambios que amenazan con sólo darle una arregladita de rostro. Sin embargo, según Brown, ella ha permanecido dentro de los confines de la tradición de The New Yorker.

-The New Yorker siempre ha sido una revista que evoluciona y cambia, comenta. Estoy usando a los mismos autores -Updike, Jane Malcolm- y he aumentado otros más. He tratado de hacer accesibles los magníficos artículos que siempre estuvieron ahí.47

-La calidad seguirá estando ahí; reconocen a muchos de los autores, dice, convencida de que el público le será fiel. Nos van a seguir. Todos los cambios que hemos hecho están dentro del espíritu [del The New Yorker] y no violan nada.48

Brown asegura que no le preocupa la parte del público que, al parecer, ha perdido la revista. 

-La gente que me critica no está leyendo la revista. Dicen, ¡ay!, extraño al New Yorker como era antes: las 100,000 palabras sobre el zinc o las mil palabras sobre el vendedor de manzanas. Estoy segura de que, esas personas, no la leían antes y no la leen ahora, afirma Brown.

Newhouse, editor dueño de la revista y la persona responsable de contratar a Brown, ha depositado toda su fe en ella.

-Pienso que toda revista tiene que evolucionar, comenta. Los lectores cambian, los tiempos cambian, los intereses cambian. No existe una revista estática. En cuanto a cuál será su evolución, eso es decisión de Tina. Yo no tengo un marco específico para definir esa evolución. 49

El cambio en una institución tan venerable como The New Yorker ha significado una posible amenaza para todos; el personal, los lectores y la publicidad.

Sin embargo, en los primeros seis meses del reinado de Brown, la circulación aumentó 20.8% a 758,976 y las ventas en puestos de periódicos, siempre el barómetro más importante del éxito, se duplicaron con creces, de 20,006 a 40,427. Además, las páginas de anuncios aumentaron 16.7%. Por otra parte, la cantidad de personas que sólo leen una copia ha aumentado 13 por ciento, a más de 2.8 millones.

-Es estupendo, dice Florio complacido. Estoy disfrutando cada minuto del caso. 50

Una meta básica ha sido cambiar la demografía, llegar a un público más duradero, y justo eso es lo que está logrando Brown. La edad promedio del lector de revistas ha bajado de 4 7. 7 años en 1992 a 46.1 en 1993, y el ingreso de la familia promedio ha subido 13 por ciento, a 61,515 dólares.

Tras bambalinas, The New Yorker ha permanecido intacto, en su mayor parte. Aunque el departamento de producción ahora usa equipo editorial de computadoras Macintosh para el diseño, las oficinas siguen reflejando la cultura tradicional de The New Yorker. Los retratos en bronce de Tilley siguen adornando las puertas principales y los números de los despachos siguen pintados sobre los muros blancos, con el tipo clásico "Rea Irvin" de The New Yorker. La mayor parte del personal se ha quedado, excepción echa de unas 16 personas, entre ellas Elizabeth Drew, corresponsal en Washington, Elizabeth Wurtzel, crítica pop y Stan Sesser y Ray Bonner, articulistas.

Según Brown, la transición se ha dado sin problemas, aunque no sin conflictos.51

-Me salí, porque amo a The New Yorker y porque es la persona equivocada para editarlo, afirma Garrison Keillor. No quería estar en las oficinas para verla sufrir bajo su mando. 52

Hoy, The New Yorker de Brown es, en muchos sentidos, mucho más relajada. Se han relajado las normas para permitir a la revista llegar a más altura. Según Eleanor Gould, gramática de 78 años, editora de textos y colaboradora del The New Yórker desde hace muchos años, el cambio más evidente ha sido en el idioma. Antes de Brown, las palabras obscenas o, incluso, coloquiales eran muy raras en las páginas de The New Yorker.

Un cambio que no hará Brown es incluir una columna para dar crédito a las casi 140 personas que constituyen el personal de la revista.

-Es una tradición que me agrada no tener, afirma. Esta revista es como una caballerita de jerarquías sólidas; sin embargo, no es jerárquica. Cuando se incluye un nombre, se pone a alguien sobre otra persona que jamás consideró estar arriba ni abajo del otro. Es demasiado complejo, retorcido. Sería una pesadilla. Sólo llevaría a la gerencia a recortar la nómina, así que prefiero no hacerlo.

Al parecer, las consecuencias generales de los cambios de Brown han sido positivos para The New Yorker. Según Eric Utne, articulista de Columbia Journalism Reuiew:

-Ella le ha dado una arregladita de rostro sin cambiarla al punto de que resulte irreconocible. 54

Ha revitalizado al personal y vigorizado a los lectores.

-Lo interesante del caso es que algunos de los autores que parecían quemados han vuelto a la vida --comenta Gould.

Parte de su éxito quizá sea resultado de que Florio le dio rienda suelta.

-Es, con muchísima diferencia, la mejor editora con la que haya trabajado jamás, dice Florio alabándola.

Una parte importante de mi trabajo es alentarla y después dar un paso atrás para ver cómo hace las cosas. 56

Aunque Brown apunte hacia la perfección, no es lo que ella esperá.

-Toda administración nueva comete errores, admite Brown. La alternativa es no tener vida. La alternativa es jugarla a la segura, tratar a la revista como si fuera un búho disecado del cual soy la curadora. 57 Pero pretendo ser editora.

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