A principios de los años noventa, los negocios registraron una asombrosa tendencia: los despidos masivos. Muchos periódicos hablaban de compañías otrora grandes, como IBM, que habían tenido que hacer inmensos recortes de personal para ser más competitivas. Más y más compañías tomaron la decisión de reducir su tamaño. No obstante, los despidos generalizados llevaron a que disminuyera la productividad de los trabajadores y a que desempeñaran peor su trabajo. El miedo de los empleados a perder su trabajo los llevó a tener menos iniciativa y presentar menos sugerencias. Mientras tanto, los empleados-propietarios surgieron como alternativa para la reducción masiva del tamaño de las empresas. Entre 1979 y 1994, la cantidad de empresas propiedad de los empleados se disparó, de menos de 1,000 a más de 11,000.
United Airlines fue una de las empresas que optó por el camino de los empleados-propietarios. En diciembre de 1993, Stephen M. Wolf, presidente del consejo de United Airlines, llegó a un acuerdo con los líderes sindicales, según el cual vendería el control de 14 mil millones de dólares de la línea aérea a sus empleados, a cambio de más de 5 mil millones de dólares de reducciones en salarios y prestaciones, así como concesiones laborales. Al tenor del contra to, a casi todos los 80,000 empleados de United se les reduciría el sueldo, además aceptarían trabajar más horas y tener un descanso para comer, sin remuneración. A cambio, los empleados tendrían seguridad de empleo y recibirían acciones por un monto de entre 40,000 y 72,434 dólares (dependiendo de la suerte de United en el mercado de valores), por miembro. Sin embargo, lo principal era que los empleados serían dueños, colectivamente, del 53 por ciento de las acciones comunes de Unit~d. De hecho, controlarían la empresa. Si se llegaban a afinar los detalles, United se convertiría en la empresa propiedad de empleados más grande y compleja del mundo.
Una serie de factores condujo a este contrato. Entre 1991 y 1993, United perdió 1.3 mil millones de dólares, a pesar de que la línea aérea estaba transportando a más gente, a más lugares, que nunca antes. La parte del mercado correspondiente a United iba en aumento y la cantidad de asientos vacíos iba bajando, pero la rentabilidad de la empresa estaba en entredicho. El futuro de United parecía oscuro, a menos que pudiera encontrar la forma de reducir costos drásticamente.
-Recortamos y quemamos, haciendo todo lo posible -explica J. C. Pope, presidente de United. No fue suficiente.
De hecho, United estaba padeciendo los mismos problemas que casi todas las líneas habían estado enfrentando desde 1978, con la desregulación de la industria de las líneas aéreas, la cual permitía la competencia entre las líneas grandes y establecidas y las líneas de bajo costo y precio.
En nuestra sociedad se ha dado un cambio secular. El consumidor estadounidense quiere un transporte seguro y confiable, pero quiere tarifas baratas. El consumidor estadounidense es bastante prudente, sea rico o no tan rico. Es decir, sólo quiero dirigirme a algún punto... ¿Para qué quiero gastar mucho dinero para sólo ir de aquí allá?
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