miércoles, 15 de enero de 2014

Relativismo ingenuo (II)

La tolerancia es buena y necesaria, pero el relativismo ingenuo llega demasiado lejos con la tolerancia. Con frecuencia, las personas están en desacuerdo tratándose de cuestiones de orden moral, pero no por ello llegaremos a la conclusión de que nuestros actos jamás tendrán una razón, ni que un curso de acción siempre será igual de bueno que otro. En cambio, debemos tratar de deslindar las cosas porque, de lo contrario, sería como admitir nuestra incapacidad para llegar a un arreglo con nuestra propia existencia. Además, el hecho de que el relativista ingenuo tolere a todos los puntos de vista representa una contradicción porque, en sí, es una posición absoluta: "Siempre debemos ser tolerantes".

Existe otro argumento de más peso contra el relativismo ingenuo. Al insistir que la prueba moral de un acto cualquiera radica en que la persona haya penado que era correcto o no, el relativismo ingenuo afirma que no se requiere considerar el contenido de un acto concreto, sino que sólo hay que saber si la persona actuó de acuerdo con sus creencias. Por consiguiente, habrá que suspender todo juicio sobre un acto referente a cuestiones como el aborto, el infanticidio, los derechos civiles y la pena capital. La verdadera falla del relativismo ingenuo es su indolencia. No se trata de una creencia, sino más bien de un pretexto par ano tener creencias. Muchas cuestiones éticas dificultan la posibilidad de digerir hechos y construir teorías, pero el relativista ingenuo ni siquiera se toma la molestia de hacerlo. Esta indolencia moral tiene su precio. Requiere que se abandone la esperanza de vivir en un mundo mejor o de llegar a ser mejores.

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